ANTE EL PORTAL DE BELEN
Al Nacimiento de Cristo Nuestro Señor
Caído se le ha un clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
Cuando el silencio tenía
todas las cosas del suelo,
y coronada de hielo
reinaba la noche fría,
en medio la monarquía
de tiniebla tan cruel.
Caído se le ha un clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
De un solo clavel ceñida
la Virgen, aurora bella,
al mundo se le dio, y ella
quedó cual antes florida;
a la púrpura caída
solo fue el heno fiel.
Caído se le ha un clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
El heno, pues, que fue digno
a pesar de tantas nieves
de ver en sus brazos leves
este rosicler divino,
para su lecho fue lino
oro para su dosel.
Caído se le ha un clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
Luis de Góngora
A medianoche nos ha hablado el profeta Isaías. Con voz inspirada ha proclamado:
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz intensa: sobre aquellos que habitaban en tierra de sombras brilló una luz” (Isaías 9, 11).
Una luz brilló. ¿Brilló solamente la luz vista por los pastores de Belén? ¿Sólo aquella luz brilló en el horizonte? En verdad, aquella luz fue una señal-guía, lo mismo que la estrella que guió a los Magos de Oriente. La luz brilló de manera distinta. Brilló con más claridad. A los ojos interiores del hombre se reveló Dios.
En pleno día, nos habla el Evangelista, el apóstol San Juan: “Vino al mundo la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre” (Juan 1, 9). Esta luz nace en Dios. Viene de Dios. La luz es Dios. Es el Verbo Eterno.
El Verbo es el Hijo de la misma sustancia del Padre. “Dios de Dios, Luz de Luz”. El Verbo ha venido al mundo. El Verbo se ha hecho carne.
Cristo camina con los hombres; camina y vive con nosotros. ¡Está entre nosotros! Vivo y glorioso en su triunfo de misericordia. ¡Ojalá la humanidad vaya al encuentro de su luz inaccesible, que en este día se nos desvela con poder!
¡Con las lenguas de los pueblos y de las naciones pidamos la Luz!
Juan Pablo II, Navidad, 1990
Nacimiento de Jesús
Se ha promulgado un edicto de César Augusto, y manda empadronar a todo el mundo. Cada cual ha de ir, para esto, al pueblo de donde arranca su estirpe. Como es José de la casa y familia de David, va con la Virgen María desde Nazaret a la ciudad llamada Belén, en Judea (Lucas 2, 1-5).
Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo! – No hay lugar en la posada: en un establo. –Y su Madre le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre (Lucas 2, 7).
Frío.- Pobreza.- Soy un esclavito de José.- ¡Qué bueno es José! – Me trata como un padre a su hijo.- ¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!…
Y le beso –bésale tú- , y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo!… ¡Qué hermoso es el Niño… y que corta la decena!
San Josemaría Escrivá
Acoger al recién nacido
Hemos visto y contemplado el hecho histórico, histórico sin dejar de ser milagroso, más inaudito que ha ocurrido en el mundo. El silencio de la noche ha custodiado nuestro asombro, y ha preparado nuestro espíritu para ir al portal y acoger al recién nacido Hijo de Dios hecho hombre.
Al fijar nuestra mirada en el Niño Jesús recostado en brazos de su Madre, su fulgor, el esplendor de su gloria, hace brillar de gozo nuestros corazones. Y nuestras inteligencias se abren, como las de los pastores, para cantar himnos de alabanza a Dios Padre, que ha querido enviarnos a su Hijo, y a Dios Espíritu Santo, que ha hecho posible su nacimiento en el virginal seno de María.
Los que habitábamos en las tinieblas nos encontramos inundado hoy de una gran luz. Y brilla sin apabullarnos; reluce sin deslumbrarnos. ¡Oh bienaventurada noche que ha acogido tan grande acontecimiento¡ ¿Cómo el mundo ha podido continuar su curso, en estos instantes en los que su Creador ha venido a visitarlo?
Ernesto Juliá
“Tú eres mi Hijo”
Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios mismo se ha hecho hombre. El Padre le dice: “Tú eres mi hijo”. El eterno hoy de Dios ha descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios. Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan potente que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso, a fin de que podamos amarlo. Dios es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, nos sea comunicada y continúe actuando a través de nosotros.
Esto es la Navidad: “Tú eres mi hijo, hoy yo te he engendrado”. Dios se ha hecho uno de nosotros, para que podamos estar con Él, llegar a ser semejantes a Él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el Pesebre. Dios es así. De este modo aprendemos a conocerlo. Y sobre todo niño resplandece algún destello de aquel hoy, de la cercanía de Dios que debemos amar y a la cual hemos de someternos: sobre todo niño, también sobre el que aún no ha nacido.
Dejemos que el resplandor interior que viene de este Niño llegue a nosotros, que prenda en nuestro corazón la lumbrecita de la bondad de Dios, llevemos todos, con nuestro amor, la luz al mundo. No permitamos que esta llama luminosa se apague por las corrientes frías de nuestro tiempo. Que la custodiemos fielmente y laofrezcamos a los demás. En esta noche en que miramos hacia Belén, queremos rezar de modo especial también por el lugar del nacimiento de nuestro Redentor y por los hombres que allí viven y sufren. Queremos rezar por la paz en Tierra Santa: Mira, Señor, este rincón de la tierra, al que tanto amas por ser tu patria. Haz que en ella resplandezca la luz. Haz que la paz llegue a ella”.
Benedicto XVI, Nochebuena 2005
Duérmete Niño mío
Duérmete, niño mío,
flor de mi sangre,
lucero custodiado,
luz caminante.
Si las sombras se alargan
sobre los árboles,
detrás de cada tronco
combate un ángel.
Si las estrellas bajan
para mirarte,
detrás de cada estrella
camina un ángel.
Si viene el mar humilde
para besarte,
detrás de cada ola
dormirá un ángel.
¿Tendrá el sueño en tus ojos
sitio bastante?
Duérmete, recién nacido,
pan de mi carne,
lucero custodiado,
luz caminante,
duerme. Que calle el viento…;
dile que calle.
Luis Rosales