Entrevista de Mundo Cristiano a Ernesto Juliá, testigo directo, durante veinte años, de la vida cristiana de Josemaría Escrivá.
Ernesto Juliá Díaz, durante los últimos veinte años de vida de Josemaría Escrivá, vivió cerca del Fundador del Opus Dei y le acompañó en su trabajo. Esa tarea le llevó también a viajar por un buen número de países, en todo el mundo. Podemos decir que es uno de los testigos más directos del testimonio de vida cristiana de Josemaría Escrivá de Balaguer, cuyo centenario de nacimiento celebramos se ha celebrado el día 9 de enero de 2002.
EL SENTIDO DE UN CENTENARIO
1. Comencemos por el principio, ¿cuándo conoció usted a Josemaría Escrivá; y cuánto tiempo vivió cerca de él?
Lo vi por primera vez una mañana de octubre de 1956; y estuve viviendo y trabajando con él hasta el día de su muerte, el 26 de junio de 1975. La última vez que le hablé fue en el anochecer del 25 de junio. El día de su muerte no le vi personalmente; me enteré de su salida y de su regreso a casa, y pude velar su cadáver inmediatamente después de morir.
2. ¿Tiene algún sentido celebrar el centenario de un santo, de un beato?
Para hablar, también desde el principio, con toda franqueza, he de reconocer que no siento ninguna particular atracción por este tipo de celebraciones, y menos cuando se trata, como en este caso, de una persona cuya vida y cuya obra sólo puede ser contemplada con perspectivas de eternidad, y de eternidad en Dios y en la Iglesia.
Dicho esto, y como el hombre vive y se desarrolla en el tiempo, históricamente, parece lógico admitir la conveniencia de parar el correr del tiempo para rememorar y ponderar la vida de estos hombres. De hecho, estas celebraciones de aniversarios se han dado, y continúan dándose en todo tipo de civilizaciones, de estados, de instituciones políticas, culturales, eclesiásticas, etc., que hayan superado el estado de “memoria plana”.
3.-¿Cómo hubiera celebrado Josemaría Escrivá este aniversario, si estuviera todavía entre nosotros?
Aunque a él le gustase vivir fechas semejantes en recogimiento y silencio con Dios, se me ocurre que no hubiera tenido más remedio que someterse a esta exigencia de las celebraciones. ¿Cómo lo haría? Quizá siguiendo su costumbre de pedir perdón a Dios por los errores y faltas en llevar adelante la labor que Dios le había encomendado; y después, dando muchas gracias a la Trinidad Beatísima, por el servicio a toda la Iglesia y a todo el mundo que el Opus Dei realiza.
PARA DIOS TODA LA GLORIA
4.-Una aclaración: ¿no está usted vinculando demasiado a Josemaría Escrivá con Dios?
Si se trata de aclarar, tengo que ser más preciso, y vincularlo con Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, considero que Josemaría Escrivá, y todo el Opus Dei, son incomprensibles sin una referencia directa a Dios. Recuerde lo que se atrevió a escribir en Camino: “Si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios, sería despreciable, más aún: aborrecible” (n. 783).
APORTACIÓN A LA HISTORIA DE LA IGLESIA
5.-Siguiendo con nuestra conversación sobre Josemaría Escrivá, ¿ha hecho, en su opinión, alguna aportación relevante para la historia de la Iglesia?
Vaya por adelantado que, en la Iglesia, todas las “aportaciones relevantes” las ha hecho ya Cristo, y son aportaciones siempre actuales. El “tesoro” de Dios en la Iglesia existe íntegro desde el principio. A los hombres, guiados por las luces que Dios dona en cada caso, nos toca ir desvelando faceta tras faceta, e irlas viviendo en el momento histórico en el que desarrollamos nuestra existencia en la tierra.
En ese sentido, Josemaría Escrivá desveló a los cristianos, y en ellos, al mundo, grandes verdades que Dios había permitido que se mantuviesen en la penumbra durante siglos y siglos: la llamada universal de Dios a la santidad de los hombres, que no es más ni menos, que Dios desea vivir con cada uno de nosotros, y que nosotros vivamos con Él; la conversión de los hombres en verdaderos hijos de Dios, en Cristo; que esa conversión y ese encuentro se pueden llevar a cabo en medio de nuestras ocupaciones habituales, y tomando ocasión de ellas: familia, trabajo, amistades, etc…
PARA CONOCERLE ES PRECISO TRATARLE
6.-Tengo la impresión de que esas “aportaciones” de Josemaría Escrivá, aun siendo reconocidas claramente por el Papa, la Iglesia y un buen número de teólogos, para el pueblo cristiano de la calle, que es quizá la parte de la Iglesia más interesada en conocerlos, no han llegado a ser familiares, ¿cuál es, en su opinión, el motivo de este desfase?
A mi parecer, y aparte la relativa juventud del Opus Dei, los rasgos del vivir cristiano que subraya Josemaría Escrivá no son fácilmente expresables con imágenes. Me explico. Viendo a San Francisco de Asís entra por los ojos, y con claridad evidente, un cierto modo de vivir la pobreza; contemplando a San Juan de la Cruz, a Santa Teresa de Ávila, se siente el palpitar de un cierto sabor “místico”; viendo a San Ignacio de Loyola uno no puede librarse de una clara expresión de la virtud de la obediencia.
En el caso de Josemaría Escrivá no sucede lo mismo: no hay una imagen que exprese, claramente y a simple golpe de vista, la verdad y riqueza sobrenatural escondida en un cristiano -hombre o mujer, joven o anciano, profesor o alumno, empresario o ama de casa, ama de casa y empresaria, etc-, que se sabe hijo de Dios, y que vive los problemas de cada día con mentalidad de buen profesional y, a la vez, con la conciencia de estar redimiendo con Cristo el pecado del mundo., como deseaba vivir, y vivió, él.
Puedo resumir diciendo que a un buen número de santos se les ama, al verlos, aunque no se les comprenda demasiado. A Josemaría Escrivá es preciso conocerle, y tratarle un poco en sus escritos, para llegar a entenderle y amarle.
7.-¿Cómo explica entonces la devoción tan extendida en casi todo el mundo a Josemaría Escrivá?
Me parece que esa es una cuestión diferente. Una es la misión que tiene una persona en vida, y otra, quizá muy distinta, después de muerta.
Cuando una persona santa entra en la piedad de la gente por los favores que se atribuyen a su intercesión, su principal misión es acercar las almas a Dios, para que cada una le dé gloria, en las condiciones y circunstancias en las que se encuentre.
En concreto; un hombre, una mujer, puede ser muy devoto de Josemaría Escrivá y no conocer, o no entender bien aun conociéndolas, esas verdades cristianas que él ha predicado con el Opus Dei, desde 1928 hasta su muerte.
CARÁCTER ENÉRGICO
8.-Pasando a otras facetas del hombre Josemaría Escrivá; me parece que hay un cierto “rumor” sobre su carácter fuerte y enérgico, además de dominante en no pocas ocasiones. Ese rumor, ¿se queda en “leyenda” o esconde algo de verdad?
No conozco ningún gran fundador en la historia de la Iglesia que haya sido de carácter frágil, débil y quebradizo. Para llevar adelante una tarea -mano a mano, y cara a cara, con Dios- como la de fundar y asentar, en este caso, el Opus Dei, labor para hombres y mujeres de todos los tiempos, de todas las razas, de todas las culturas, de todas las naciones, una cierta energía y fortaleza son imprescindibles. Y, ciertamente, Josemaría Escrivá las tuvo.
De otra parte, en ningún lugar está escrito que la fortaleza y la energía sean sinónimos de dureza, aspereza, dominación, prepotencia, etc.
Yo diría que sabía conjugar armoniosamente la fortaleza y la energía necesarias, insisto, en un hombre de gobierno, con la amabilidad y el cariño de un padre, de una madre.
Un sucedido puede ilustrar mis palabras mejor que algunos razonamientos.
Un día él mismo me manifestó las gracias que había dado a Dios, por haberse descubierto con un renovado “corazón materno”. El hecho que le procuró ese “descubrimiento” fue el siguiente. Un hombre que vivía en Roma, en el mismo edificio que habitaba Josemaría Escrivá, estaba enfermo, con una enfermedad que no había manifestado a nadie, quizá por una cierta pusilanimidad, no exenta de vergüenza.
Aquel día, Josemaría Escrivá se cruzó con él en uno de los pasillos de la casa, y al saludarle y mirarle percibió en el muchacho algo de inusitado. No le comentó nada directamente, para no herir su sensibilidad. Al poco rato habló con el médico de la casa, y al decirle que no sabía que esa persona estuviese enferma, le rogó que lo llamara y procurase averiguar que le sucedía, si en verdad le pasaba algo.
No fue necesaria una minuciosa investigación médica para descubrir la enfermedad, y comprender la reserva que aquel muchacho, algo tímido de carácter, había tenido sobre su mal. Josemaría Escrivá me comentó lo ocurrido, sin aludir, lógicamente, a la identidad del interesado, en el deseo de que me uniera a su acción de gracias a Dios por haberle concedido la “mirada materna” que había dirigido a aquel muchacho, y que le había permitido ayudarle a poner remedio a su enfermedad.
NO TENÍA EMPACHO EN PEDIR PERDÓN
9.-Una curiosidad personal: ¿pedía alguna vez perdón?
Sí; cuando se equivocaba, y cuando descubría algo que debería haber hecho, y que había dejado sin hacer. Y no tenía el menor empacho en pedir perdón.
Recuerdo su petición de disculpa a un grupo de arquitectos, por no haberles hecho unas sugerencias para concluir unas obras, que ellos esperaban recibir; y me viene ahora a la cabeza una mañana en la que a mí me llamó la atención por una serie de actuaciones no acertadas de las que, por la información que alguien le dio, me hizo directamente responsable. El confiaba plenamente en cada uno de sus colaboradores, y no dudó ni un instante de la veracidad de la información que le habían dado.
Me habló por teléfono en un tono algo airado y duro, obligado, diría, porque el error no era fútil. Al poco tiempo, se hizo el encontradizo conmigo para pedirme disculpas: había descubierto que yo nada había tenido que ver con aquel asunto, y deseaba dejar las cosas en paz.
CONFIANZA EN SUS COLABORADORES
10.-Ha dicho que tenía mucha confianza en sus colaboradores; ¿vivía esa misma confianza en su labor como gobernante?
Josemaría Escrivá fue un hombre que, durante toda su vida, tuvo el gran don de saber escuchar a quienes trabajaron con él; de escuchar y de enriquecerse con los conocimientos que cada uno le pudiéramos aportar.
Su relación con Alvaro del Portillo, su primer sucesor a la cabeza del Opus Dei, fue ciertamente paradigmática; y también, en otro orden, la vivida con Javier Echevarría, actual Prelado del Opus Dei.
En el gobierno huyó siempre de cualquier tiranía, de cualquier manipulación, de cualquier prepotencia. A mí me sorprendió que, a los pocos días de haber comenzado a trabajar con él, y sin necesidad alguna de hacerlo, me pidiera el parecer sobre un asunto; y más me sorprendió cuando al exponerles las razones de mis sugerencias, las aceptó y modificó unos detalles que le sirvieron para expresar con más claridad su pensamiento.
Pienso que, al ser consciente de estar ocupado en una obra de Dios, y plenamente consciente a la vez de su condición de fundador, gracia personalísima e intransferible, sabía que Dios le podía enviar sugerencias y luces para llevar a cabo su obra, a través de muchas personas.
11.-Con motivo de su Beatificación surgieron algunas voces contrastantes, ¿qué opinión le merecieron esas habladurías?
No es extraño que una persona con una misión semejante a la de Josemaría Escrivá, encuentre en su vida alguien que interprete mal alguno de sus gestos o de sus afirmaciones. No recuerdo con mucho detalle aquellas voces; sí puedo decir que ya entonces me parecieron afirmaciones gratuitas, sin fundamento real, más semejantes a juicios a las intenciones que a consideraciones sobre realidades palpables.
De otro lado, el ser humano, además de frágil y débil, es un ser complejo. Es imposible que un hombre con cataratas en los ojos pueda gozar, por ejemplo, de la belleza de la Giralda; o que un hombre sin olfato consiga dar gracias a Dios por el aroma de un rosa.
12.-Nos queda ya poco espacio a disposición. He visto que al final de su vida, Josemaría Escrivá participó en reuniones muy concurridas de público, cosa que no fue normal durante muchos años de su vida. A qué se debe este cambio: ¿creció de pronto su poder de convocatoria?
Esos cambios son situaciones que suelen ocurrir en la vida de los santos. La urgencia que Dios pone en su espíritu para llevar a cabo la tarea encomendada, va adquiriendo distintas modalidades según las necesidades que ellos descubren en el seno de la Iglesia, en la sociedad, en el corazón de los hombres.
Josemaría Escrivá no era muy partidario de reuniones numerosas; llegó un día sin embargo en el que comprendió que era oportuno, y que, para gloria de Dios y bien de las almas, aunque fuera muy a su pesar, tenía que hacerlo; y lo llevó a cabo.
¿Convocatoria? Me parece que ésa era una cuestión que no le preocupaba en absoluto. La “convocatoria”, de otra parte es una realidad muy efímera; y la influencia de una persona no se mide por su capacidad de convocatoria momentánea, sino por la permanencia de la huella que el encuentro con ella deja en el alma.
Josemaría Escrivá hablaba, aun delante de mucho público, como si se dirigiese a una única persona. Si la gracia de Dios removía a un ser humano con quien hablaba, él ya se daba por contento: había hecho la labor que le correspondía: ofrecer una oportunidad a alquien para encontrarse con Dios.
13.-Para poner punto final, aun siendo consciente de que quedan muchos detalles en el aire, permítame una doble pregunta: ¿qué característica de su persona subrayaría especialmente?; ¿se ha escrito ya la biografía definitiva de Josemaría Escrivá?
De acuerdo en que quedan muchas cuestiones en el aire, y de acuerdo también que una entrevista no es el ámbito para resolver asuntos semejantes.
A su primera pregunta, no tengo duda en subrayar, como característica primordial, la de estar pendiente de Dios y de los hombres. Su anhelo de servir a Dios y a los hombres. Su libertad ante Dios y ante los hombres. Su conciencia viva de dos verdades fundamentales del vivir cristiano, del vivir con Cristo. La primera, enunciada por el mismo Cristo: “sin Mí no podéis hacer nada”; la segunda, escrita por San Pablo: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”. Esa relación tan vital con Dios origina en Josemaría Escrivá su amor a la libertad, su respeto a la personalidad de cada ser humano, su amor a la vida y a la responsabilidad. Y su inagotable deseo de amar a Dios. Quizá nadie mejor que él mismo ha conseguido retratarse; cuando decía ser un pecador que amaba a Jesucristo, y que deseaba amarlo con una locura siempre mayor.
Y sobre las biografías aparecidas hasta la fecha, en mi opinión queda mucho por hacer y por estudiar. Y dudo mucho de que alguna día se escriba la “biografía auténtica y definitiva”. Sería la primera vez en la historia que eso ocurriera, a lo que se me alcanza.
Me gustaría concluir señalando que, en mi opinión, Josemaría Escrivá fue un hombre que descubrió en sí mismo la grandeza de ser criatura de Dios, de ser hijo de Dios, de ser llamado a ser santo. Y gozó profundamente en el descubrimiento.
Esto le llevó a vivir muy en el cielo, y muy en la tierra. Y no un tiempo en el cielo, y otro tiempo en la tierra: en el mismo instante y en el mismo tiempo, en el cielo y en la tierra.
Dos ramos de rosas aclaran lo que digo. Cuando iba invitado a comer en una casa de familia, no dejaba de llevar un ramo de rosas para la anfitriona. Y, cuando a él le regalaban ramos en ocasión de alguna fiesta señalada, lo normal era que las rosas acabasen sobre un altar, haciendo compañía a Jesús Sacramentado.