La Cruz en Europa
“Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo; trabajar, con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones”.
Benedicto XVI leyó estas palabras con cierto énfasis, en Santiago de Compostela; y añadió:
“Ese Dios y ese hombre son los que se han manifestado concreta e históricamente en Cristo”.
En unos momentos en los que en diversas partes del mundo se han alzado voces para salvar de la horca a una mujer paquistaní, Asia Bibi, de 45 años y madre de cinco hijos; que prefiere “seguir en la cárcel y ser ahorcada cristiana, que ser liberada musulmana”; acusada sencillamente de “ser cristiana”; esas palabras del Papa en Santiago adquieren un nuevo esplendor.
Invita de nuevo a Europa, a los pueblos de Europa, a los habitantes de esa menuda y minúscula parte del mundo que se llama Europa, a descubrir su sentido, su singularidad, su dignidad.
“La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero, desde el hombre vivo y verdadero”
Benedicto XVI es muy consciente de que está hablando a una Europa en la que se ha dado, primero, el rechazo de la unidad de la Iglesia, con la ruptura de los protestantes, y eso ha llevado a “iglesias nacionales”, a la vinculación de muchas comunidades cristianas a la suerte de los diversos “estados nacionales”.
Una Europa en la que se ha abandonado a Dios, y desde la que se sostienen todas las corrientes “ateas” en el mundo. Es de ayer mismo la noticia de que en una zona de Bélgica, los gobernantes pretenden convertir los templos católicos menos utilizados, en “salas culturales”, “salas de reuniones diversas” etc.
El Papa sabe que habla a una Europa que ha negado –a excepción de algunos países, la dignidad del hombre, la dignidad de nacer, y sostiene prácticamente todo el miserable y diabólico “negocio del aborto” en todo el mundo.
¿Con qué espíritu, con qué fuerza, puede esta Europa ayudar a los demás países de la tierra a organizar mejor su vida política, su vida social, su vida universitaria, su vida familiar?
Europa está realmente a “oscuras”, ciega: sin fe; sin sentido de su actuar; sin horizontes por los que valga la pena vivir, y morir. Unos puntos de luz quedan, ciertamente, y el Papa reza para que sigan creciendo y lleguen a iluminar a Europa: esa Europa que llevó la Fe hasta los últimos rincones del mundo; esa Europa que erradicó la esclavitud después de haber caído en ella; esa Europa que con sus técnicas ha enseñado a trabajar, a construir, al resto del mundo. Esa Europa que tiene todavía la capacidad de erradicar la barbarie y la tiranía, de sí misma y del resto del mundo; si consigue rehacerse de sus miserias, y recuperar a Dios y al hombre.
¿Cómo?
“Es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo”.
El Papa está invitando a Europa a dejar el “ateismo”, el “aborto”.
“Cruz y amor, cruz y luz han sido sinónimos en nuestra historia, porque Cristo se dejó clavar en ella para darnos el supremo testimonio de su amor, para invitarnos al perdón y la reconciliación, para enseñarnos a vencer el mal con el bien”.
Y su invitación concluye con un clamor:
“¡Oh Cruz bendita, brilla siempre en tierras de Europa!”.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com