El silencio de Dios
Hace unos días comenté el elogio del silencio tomando ocasión del título del Mensaje de Benedicto XVI a la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales: “Silencio y Palabra, camino de la evangelización”. Hoy me sirvo de otra frase de ese mismo mensaje, para una breve reflexión sobre el “silencio de Dios”, con ocasión de unos acontecimientos recientes.
La muerte de tres hermanos en el incendio de un centro comercial en Qatar, ha sido noticia de primera páginas en casi todos los medios de comunicación. El jueves pasado tres féretros fueron depositados en el mausoleo familiar en el cementerio de la Sacramental de san Isidro, en Madrid
Después del rezo del santo Rosario, mientras se esperaba la llegada de los cadáveres, el silencio se asentó entre las personas que seguíamos, en los entornos del Mausoleo, las noticias de la llegada a Barajas de la comitiva, de su salida del aeropuerto, del camino hasta el cementerio.
Y, en medio del silencio, la pregunta apenas musitada , sobre el silencio de Dios en la muerte de tres hermanos, de 7, 5 y 2 años. ¿No podía Dios haberlos salvado de las llamas, y devolverlos vivos a los brazos de su madre, después de los momentos de angustia y de tribulación? Una mujer, abuela ya de muchos nietos, hizo una consideración sobre los nuevos ángeles con los que Dios contaba en el Cielo; y un hombre, también abuelo, se preguntaba qué sentido podía tener el duelo en el que se veía envuelta la familia.
Hay muchos acontecimientos en el mundo, tragedias, enfermedades, injusticias, el sufrimiento de niños inocentes, etc. etc., que levantan en nuestro corazón y en nuestra inteligencia esa pregunta sobre el “silencio de Dios”.
El silencio de Dios persistía:
“El Dios de la revelación bíblica habla también sin palabras -escribió el Papa- “Como pone de manifiesto la cruz de Cristo, Dios habla por medio de su silencio. El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada… El silencio de Dios prolonga sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio”.
Llegaron los tres ataúdes a hombros de amigos y compañeros de los padres. Mientras el sacerdote rezaba las oraciones de ritual, el silencio del padre y de la madre quedaba acompañado por el llanto y la oración en silencio.
Sólo el silencio acompaña el pésame en momentos semejantes; porque sólo en el silencio, el espíritu del padre y de la madre podrán escuchar el gozo de Dios de tener ya con Él a aquellas criaturas. Y sólo en el silencio, descubrirán su misión cumplida, porque han dejado a sus hijos en manos de su Creador.
La serenidad de la madre y del padre transmitía a todos su fe y su esperanza. Ellos han podido quejarse, y se habrán quejado, ante Dios: “¿Por qué nos has abandonado?”. Y las llamas de la guardería la desidia de los bomberos, la desorganización de los grandes almacenes, habrán puesto a prueba su capacidad nerviosa de soportar el dolor y la pena.
Y en el silencio, bien convencidos de que Dios es Padre y Madre, nos transmitían a todos los que les rodeábamos, que de su corazón ya había salido la sabiduría de Job -”Tú nos los has dado, Tú nos los has quitado”. Un momento de silencio más, y la resignación se ha convertido en aceptación amorosa; y han dicho: “En tus manos, Señor, encomendamos a nuestros hijos”. Y sabían
que sus criaturas quedaban en las mejores manos. En la fe y en la esperanza los han engendrado; en la fe y en la esperanza, se los han regalado a Dios.
Benedicto XVI ha recordado el domingo en Milán: “Queridos esposos, cuidad a vuestros hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmitidles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en las debilidades”.
Los tres hermanos muertos en Qatar le pueden decir a Dios que sus padres han cumplido bien su misión; y ahora, serán ellos, Camilo, Almudena, Alfonso, quienes recen con sus padres las oraciones de la noche, desde el Cielo.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com