El Papa Francisco: A la espera del Espíritu
Después de todas las consideraciones, análisis, juicios, esperanzas que acompañaron a los Cardenales a la Capilla Sixtina, llega ahora el momento de pararnos, hacer un poco de silencio en el espíritu y disponernos a descubrir, si nos es dado, cómo el Señor quiere llevar su Iglesia.
El clamor de oración que de la tierra llega al Cielo pidiendo gracia y bendición para el Santo Padre Francisco, es constante, y es una buena señal de la salud espiritual del pueblo de Dios. Es la aceptación confiada del Papa que hemos recibido, como un “pastor” que el Señor coloca al frente de su Iglesia.
Las “apuestas”, los “pronósticos”, se han visto superados por la realidad, una vez más. A Papa elegido, algunos anhelan encontrar razones sociológicas, de política eclesiástica, etc., para explicar el hecho de que haya sido elegido una persona a la que nadie incluía en su cálculos. Hasta uno de los más respetados “expertos”, y después de señalar cuatro razones que podían pesar para que Bergoglio fuera Papa, concluía su comentario con una frase lapidaria: “Hay razones contundentes para pensar que la ventana de posibilidades para que Bergoglio sea elegido, se ha cerrado definitivamente”.
Se ha escrito de una elección “geopolítica”, que podía haber caído en Hong-Kong, en Nigeria, o en algún rincón de América, teniendo en cuenta el empuje de la Fe en Asia, en África, y el cierto abandono de Fe en América. Prefiero pensar que el lugar de nacimiento de un Papa influye muy poco en la propagación de la Fe; entre otras cosas porque es el Espíritu Santo quien mueve a hombres y mujeres a emprender caminos variados y múltiples para ir de acá a allá, anunciando su nombre. Y sin esperar una indicación del Papa, ni, por supuesto, de algún rincón del Vaticano.
La presencia de un Papa alemán, no ha reforzado la consistencia de la Fe en Alemania, ni en otros países germánicos. Ni siquiera la presencia de un Papa polaco, aun siendo patente su influjo en la desmembración del imperio comunista, ha sido una señal clara para reverdecer la Fe en esos países liberados. El Espíritu Santo sabe que las nacionalidades no pasan de ser consideraciones políticas, y la Fe no se transmita por gestiones políticas. La Fe en Cristo Nuestro Señor ha alcanzado el último rincón del mundo en tiempos de Papa que nunca viajaron fuera de las fronteras de su país natal: Italia.
No faltaron, tampoco, quienes hicieron entonces hincapié en las condiciones intelectuales, de edad, etc., que debería tener el futuro Papa para llevar a cabo la gran tarea con la que se tenía que enfrentar, y se han encontrado ahora con un hombre que no “encaja” en el “proyecto”. El Señor se vale de Cardenales para señalar al Papa; y no encarga a “caza talentos” que le encuentran el “curriculum” perfecto.
Ahora, muchos, y con un hondo sentido de la Fe en la Providencia, dejan en las manos del Espíritu Santo toda “responsabilidad”. “Algo quiere el Señor”. Y sin duda, “algo” quiere. Los hombres, sin embargo, apenas si lo sabemos, y cuando lo descubrimos, suele ser al cabo de los años. Dios no deja su Iglesia, ni la dejará jamás, aunque a veces la impericia, la maldad, la ceguera de los hombres la lleve a tormentas que parecen a punto de hacerla naufragar.
No sabemos sin embargo, qué hará el Señor para calmar la tormenta, apaciguar las olas, y hacer que el hombre a quien ha encargado el manejo de la barca, acierte con el rumbo y llegue a puerto. No sabemos siquiera si llegará y cómo llegará.
Después de todos los preámbulos, viene el momento del silencio, de la espera, de la oración, de levar anclas. La nueva singladura de la Iglesia Católica está ya comenzando. Los hombres de Fe saben que en la Iglesia “todo está hecho, y todo está por hacer”; que la Iglesia no necesita “inventarse”, sino “descubrir el tesoro de Cristo Crucificado y Resucitado” que será siempre una novedad que jamás el hombre conseguirá desentrañar plenamente.
El Papa Francisco ha comenzado como el hombre del Evangelio que sabe manejar “cosas nuevas y cosas viejas”. Así habló en su primera homilía: “Quien no reza al Señor, reza al diablo” “Cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”.
¿Será largo el viaje? ¿Tocará todos los puertos que necesitan su presencia y su acción? Tiempo de oración y de espera.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com