Ediciones Cristiandad
  • Mi cuenta
  • my carts 0

    Carrito

  • open

Menú principal

  • Inicio
  • Catálogo
    • Novedades
    • Apócrifos
    • Biblia
    • Ciencia y Fe
    • Concilium Revista
    • Debate
    • Espiritualidad
    • Familia y Educación
    • Fenomenología e historia de las religiones
    • Fuera de colección
    • Grandes Predicadores
    • Historia de la Iglesia
    • Literatura Cristiana Antigua y Medieval
    • Obras selectas y homenajes
    • Otros títulos
    • Pensamiento y Teología
    • Sagrada Escritura
    • Teología Sistemática
    • Tesis Doctorales
  • EBook
    • Apócrifos
    • Ciencia y Fe
    • Debate
    • Espiritualidad
    • Familia y Educación
    • Fenomenología e historia de las religiones
    • Grandes predicadores
    • Historia de la Iglesia
    • Obras selectas y homenajes
    • Pensamiento y Teología
    • Teología Sistemática
    • Tesis Doctorales
  • Autores
  • Reseñas
  • Info
    • Atención al cliente
    • Aviso Legal-Política de privacidad
    • Derechos de autor
  • Distribuidores
    • Puntos de venta en España
    • Puntos de venta internacional
  • Blogs
    • Tercera Dimensión
    • Blog de Ernesto Juliá
      • Artículos Varios
      • Álvaro del Portillo
      • Año de la Fe
      • Año Jubilar
      • Año Santo
      • Comentarios Evangelio
      • El hombre y la eternidad
      • Encíclica
      • Ensayos teológicos
      • Javier Echevarría
      • Jerusalén
      • Josemaría Escrivá
      • La Biblia
      • La Iglesia hoy
      • La Virgen Santa María
      • Navidad
      • Pasajes del Evangelio
      • Pecado
      • Semana Santa
      • Sínodo
      • Temas de actualidad
      • Textos para meditar
  • Newsletter
Inicio / 2013 / abril / 16 / Francisco denuncia los ídolos de este mundo: ambición, »carrerismo», éxito, egoísmo, autosuficiencia

Blog

Introduce el libro que buscas
Iglesia, Noticias

Francisco denuncia los ídolos de este mundo: ambición, »carrerismo», éxito, egoísmo, autosuficiencia

16/04/2013 Leave a response Jesús Caballero Tags: Eucaristía, Papa Francisco

A las 17,30 de ayer, III Domingo de Pascua, en la basílica papal de San Pablo Extramuros, Francisco celebró la eucaristía con motivo de la primera visita como papa a la basílica ostiense. A su llegada, se trasladó al sepulcro de san Pablo, se detuvo en oración e incensó el Trophæun del apóstol. Antes de la celebración eucarística, el cardenal James Michael Harvey, arcipreste de la basílica, le dirigió unas palabras de saludo. Concelebraron con con el santo padre el cardenal arcipreste James Michael Harvey, los cardenales Andrea Cordero Lanza di Montezemolo y Francesco Monterisi, eméritos de la misma basílica, y Edmund Power OSB, abad de la Abadía de San Pablo. Al término de la misa, el papa se trasladó a la Capilla del Crucifijo para venerar el icono de Nuestra Señora Theotokos Hodigitria (siglo XIII), ante el que el 22 de abril de 1541 san Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros hicieron profesión religiosa solemne, evento fundamental para la naciente Compañía de Jesús. Ofrecemos el texto de la homilía del papa Francisco.

*****

Queridos Hermanos y Hermanas:

Me alegra celebrar la Eucaristía con ustedes en esta Basílica. Saludo al Arcipreste, el Cardenal James Harvey, y le agradezco las palabras que me ha dirigido; junto a él, saludo y doy las gracias a las diversas instituciones que forman parte de esta Basílica, y a todos vosotros. Estamos sobre la tumba de san Pablo, un humilde y gran Apóstol del Señor, que lo ha anunciado con la palabra, ha dado testimonio de él con el martirio y lo ha adorado con todo el corazón. Estos son precisamente los tres verbos sobre los que quisiera reflexionar a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado: anunciar, dar testimonio, adorar.

En la Primera Lectura llama la atención la fuerza de Pedro y los demás Apóstoles. Al mandato de permanecer en silencio, de no seguir enseñando en el nombre de Jesús, de no anunciar más su mensaje, ellos responden claramente: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Y no los detiene ni siquiera el ser azotados, ultrajados y encarcelados. Pedro y los Apóstoles anuncian con audacia, con parresia, aquello que han recibido, el Evangelio de Jesús. Y nosotros, ¿somos capaces de llevar la Palabra de Dios a nuestros ambientes de vida? ¿Sabemos hablar de Cristo, de lo que representa para nosotros, en familia, con los que forman parte de nuestra vida cotidiana? La fe nace de la escucha, y se refuerza con el anuncio.

Pero demos un paso más: el anuncio de Pedro y de los Apóstoles no consiste sólo en palabras, sino que la fidelidad a Cristo entra en su vida, que queda transformada, recibe una nueva dirección, y es precisamente con su vida con la que dan testimonio de la fe y del anuncio de Cristo. En el Evangelio, Jesús pide a Pedro por tres veces que apaciente su grey, y que la apaciente con su amor, y le anuncia: «Cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras» (Jn 21,18). Esta es una palabra dirigida a nosotros, los Pastores: no se puede apacentar el rebaño de Dios si no se acepta ser llevados por la voluntad de Dios incluso donde no queremos, si no hay disponibilidad para dar testimonio de Cristo con la entrega de nosotros mismos, sin reservas, sin cálculos, a veces a costa incluso de nuestra vida. Pero esto vale para todos: el Evangelio ha de ser anunciado y testimoniado. Cada uno debería preguntarse: ¿Cómo doy yo testimonio de Cristo con mi fe? ¿Tengo el valor de Pedro y los otros Apóstoles de pensar, decidir y vivir como cristiano, obedeciendo a Dios? Es verdad que el testimonio de la fe tiene muchas formas, como en un gran mural hay variedad de colores y de matices; pero todos son importantes, incluso los que no destacan. En el gran designio de Dios, cada detalle es importante, también el pequeño y humilde testimonio tuyo y mío, también ese escondido de quien vive con sencillez su fe en lo cotidiano de las relaciones de familia, de trabajo, de amistad. Hay santos del cada día, los santos «ocultos», una especie de «clase media de la santidad», como decía un escritor francés, esa «clase media de la santidad» de la que todos podemos formar parte. Pero en diversas partes del mundo hay también quien sufre, como Pedro y los Apóstoles, a causa del Evangelio; hay quien entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre. Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios. Me viene ahora a la memoria un consejo que San Francisco de Asís daba a sus hermanos: predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Predicar con la vida: el testimonio. La incoherencia de los fieles y los Pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.

Pero todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es él quien nos ha llamado, nos ha invitado a recorrer su camino, nos ha elegido. Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje del Evangelio de hoy; hay una cercanía cotidiana con él, y ellos saben muy bien quién es, lo conocen. El Evangelista subraya que «ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor» (Jn 21,12). Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como «el Señor». ¡Adorarlo! El pasaje del Apocalipsis que hemos escuchado nos habla de la adoración: miríadas de ángeles, todas las criaturas, los vivientes, los ancianos, se postran en adoración ante el Trono de Dios y el Cordero inmolado, que es Cristo, a quien se debe alabanza, honor y gloria (cf. Ap 5,11-14). Quisiera que nos hiciéramos todos una pregunta: Tú, yo, ¿adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos dirigimos a él también para adorarlo? Pero, entonces, ¿qué quiere decir adorar a Dios? Significa aprender a estar con él, a pararse a dialogar con él, sintiendo que su presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas. Cada uno de nosotros, en la propia vida, de manera consciente y tal vez a veces sin darse cuenta, tiene un orden muy preciso de las cosas consideradas más o menos importantes. Adorar al Señor quiere decir darle a él el lugar que le corresponde; adorar al Señor quiere decir afirmar, creer – pero no simplemente de palabra – que únicamente él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia.

Esto tiene una consecuencia en nuestra vida: despojarnos de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad. Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el “carrerismo”, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida, algún pecado al que estamos apegados, y muchos otros. Esta tarde quisiera que resonase una pregunta en el corazón de cada uno, y que respondiéramos a ella con sinceridad: ¿He pensado en qué ídolo oculto tengo en mi vida que me impide adorar al Señor? Adorar es despojarse de nuestros ídolos, también de esos más recónditos, y escoger al Señor como centro, como vía maestra de nuestra vida.

Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos llama cada día a seguirlo con valentía y fidelidad; nos ha concedido el gran don de elegirnos como discípulos suyos; nos invita a proclamarlo con gozo como el Resucitado, pero nos pide que lo hagamos con la palabra y el testimonio de nuestra vida en lo cotidiano. El Señor es el único, el único Dios de nuestra vida, y nos invita a despojarnos de tantos ídolos y a adorarle sólo a él. Anunciar, dar testimonio, adorar. Que la Santísima Virgen María y el Apóstol Pablo nos ayuden en este camino, e intercedan por nosotros. Así sea.

Comparte esto:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Skype (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)

Relacionado

← Previous Next →

Siguenos en Facebook

Libros destacados

  • El papa Francisco responde 23,00 €
  • Nuevos cristianos de Europa Nuevos cristianos de Europa 18,00 €
  • Jesús, el hombre que era Dios Gallo, Max Jesús, el hombre que era Dios 23,00 €
  • Como ser un buen padre Como ser un buen padre. Casos prácticos 19,50 €
  • La Biblia contada con sencillez 29,00 €
  • Dejad que Cristo os gúie Dejad que Cristo os guíe 17,80 €
  • el señor romano guardini El Señor 26,00 €
  • Lo Divino y lo humano en el universo de Stephen Hawking 19,50 €
  • Motivar sin premios ni castigos-Portada Motivar sin premios ni castigos 23,00 €
  • Señor del mundo Benson, Robert H. Señor del mundo 19,50 €

Entradas recientes

  • Una madre cansada 14/11/2022
  • Un cardenal habla claro 20/10/2022
  • La Misión de la Iglesia. IV 10/10/2022
  • La Misión de la Iglesia. III 30/09/2022
  • La Misión de la Iglesia. II 15/09/2022

Etiquetas temáticas

actualidad antiguo Antiguo Testamento apócrifos Benedicto XVI biblia catolicismo Concilio Vaticano II cristianismo Cristianos Cristo Diccionario Dios Economía Educación etiquetadelibro Evangelio Evangelios familia fe filosofía hijos historia hombre Homilías Iglesia Jesús Judios Liturgia Lucas matrimonio Misa Nuevo Testamento Oración Padre Predicadores religiones religión revelación Sagrada Escritura Sagradas Escrituras San Juan Teología testamento Vida cristiana

DÓNDE ESTAMOS

Ediciones Cristiandad

C/ Gabriel Lobo 6, 1º dcha.
28002 Madrid

info@edicionescristiandad.es+34 91 781 9970

Horario de Atención

Lunes a Viernes de 9:00 a 14:00.

Carrito

  • Atención al cliente
  • Aviso Legal-Política de privacidad
  • Derechos de autor
  • Puntos de venta internacional
  • Puntos de venta en España
  • Autores
  • Newsletter
  • Blog de Ernesto Juliá
  • Distribuidores
  • Catálogo
Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros para optimizar su navegación, adaptarse a sus preferencias y realizar labores analíticas.
Al continuar navegando acepta nuestra Politica de Cookies.Aceptar Read More
Privacidad y política de cookies

Privacy Overview

This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary
Siempre activado
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Non-necessary
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
GUARDAR Y ACEPTAR