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Encuadernación: Rústica
Año de edición: 2003
Páginas: 288

SKU: ISBN: 9788470574764 Categoría: Etiquetas: , , ,

Descripción

En su última obra, el cardenal lustiger vuelve sobre el sentido teológico que tiene la pervivencia histórica del pueblo judío. En un momento dado de su reflexión, Lustiger llega a vincular dicho sentido teológico con la existencia y el destino del estado de Israel. Un libro sorprendente, que ha suscitado en Francia una viva polémica, pero cuyas virtudes son innegables.

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detalle de producto

  • ISBN : 9788470574764
  • Páginas : 288
  • Encuadernación : Rústica
  • Año de publicación : 2003
  • Edición :

sobre el autor

Lustiger, Jean M.

Lustiger, Jean M.

Era uno de los conversos más famosos de la cristiandad. Amigo íntimo del Papa Wojtyla, defensor del diálogo hebreo-católico. Nacido el 17 de septiembre de 1926 en París, en el seno de una familia de emigrantes polacos. Se convirtió al catolicismo en 1940, con 14 años, escogiendo el nombre de Jean Marie. Sólo dos años antes de que su madre fuera deportada, en 1942, al campo de exterminio nazi de Auschwitz, donde murió. Sus padres no aceptaron de buen grado la conversión de su hijo, pero la respetaron. El pequeño Jean Marie no sólo se convirtió al catolicismo, sino que entró en el seminario y, tras una brillante carrera, fue ordenado sacerdote en París en 1954. Su primer servicio pastoral fue entre los jóvenes universitarios de la Sorbona, donde fue capellán durante 15 años. En 1969, sus superiores le encomendaron el cuidado pastoral de diversas parroquias de París. Ya en aquella época pasaba por ser un clérigo bien preparado pero de talante conservador. Juan Pablo II le nombró obispo de Orleáns, la ciudad donde Lustiger había estudiado de pequeño y se había convertido. A los 15 meses, Juan Pablo II le eleva nada menos que a arzobispo de París y lo convierte, con este gesto, en su hombre de confianza en Francia. De hecho, fue padrino de toda una generación de obispos que, poco a poco, fueron cambiando el rostro eclesial francés. A los dos años, el Papa le concede el honor del birrete cardenalicio y le consagra con ello entre las personalidades eclesiásticas más importantes y decisivas del siglo XX. Con el tiempo, la sintonía entre el Papa polaco y el cardenal francés fue en aumento. Todos sus biógrafos destacan la similitud entre Lustiger y el Papa, sobre todo en el plano doctrinal y apostólico. Aunque convertido, el purpurado francés nunca cortó con sus raíces judías. Querido y criticado, pero siempre respetado, ejercía una enorme seducción sobre políticos, sindicalistas o intelectuales. De hecho, aunque algunos de ellos le criticasen, todos hacían cola para verlo. Y en el seno de la Iglesia, a pesar de haber sufrido muchas críticas, hoy se le profesa el reconocimiento casi generalizado de haber contribuido decisivamente al despertar religioso de Francia.